jueves, 8 de junio de 2017

1x13: En las negras entrañas


Racionan el uso de las linternas. No saben aún si los pellejos reaccionan a los destellos tanto como al ruido o al olor de una herida abierta. Caminan midiendo cada paso, notando el golpeteo frenético de sus corazones en los oídos. Entrecierran los ojos para intentar vislumbrar algo en la negrura del aparcamiento subterráneo, pero esta solo les devuelve el sonido de pasos arrastrados desde una dirección indeterminada.

—Juntos, juntos —apremia Emilio en voz muy baja. Todos saben que si se despistan aquí abajo pueden perderse. La disposición repetitiva del aparcamiento, sumada a la oscuridad casi absoluta, con la salvedad de los tragaluces por los que se cuela la luz de la calle, suponen el cóctel ideal para desorientarse y acabar donde no se debe. Emilio hace una señal a Carlo con los dedos para que no pierda de vista a Jesús. Conoce el lugar mejor que nadie y es el guía a todos los efectos.

miércoles, 10 de mayo de 2017

1x12: Pasos muertos


Cuando Emilio trata de tragar saliva, nota que su garganta es como un trozo de cartón polvoriento. Es peor que en su primer remplazo en Irak. Sostiene el subfusil con una destreza mecánica, sin apartar la vista de la puerta metálica roja que tiene ante sí, a escasos metros. No le hace falta mirar para saber que Carlo y Hosni están tan tensos como él, listos para saltar como resortes en cuanto esta se abra. Respira profundamente y mira a Mónica y Jesús, que flanquean la puerta, la mano puesta en el mecanismo de apertura. En la otra mano, Jesús lleva el revólver reglamentario de la empresa de seguridad. Mónica lleva dos cuchillos de cocina al cinto y un hacha de bombero a la espalda. Aunque solo se conocen desde hace unas horas, ahora todos son conscientes de que dependen los unos de los otros para salir de esa con vida.

—¿Listos? —susurra ella.

Emilio asiente mientras se pasa una lengua de trapo por los labios. El chirrido de la puerta parece rasgar el espacio y el tiempo, rompiendo el profundo silencio que reina en las entrañas del centro comercial. Al abrirse las puertas, se extiende una oscuridad casi absoluta, más allá de la cual aguardan la muerte y un tesoro. Es la una o el otro. No habrá medias tintas.

miércoles, 26 de abril de 2017

1x11: Conversaciones inacabadas


Llaman a la puerta. Rosa acude de mala gana mientras se ata la cinta de la bata apresuradamente. Llaman con insistencia. Rosa teme que haya pasado algo y traga saliva, tratando de encontrar el temple de líder allí donde lo dejara, antes de descorrer el cerrojo y abrir la puerta. El corazón pega un brinco con cada nueva sucesión de porrazos.

—Ya va, ya va —trata de apaciguar al impaciente que hay al otro lado de la puerta. Observa por la mirilla que es Clara. No parece muy contenta.

—¡Ese puto italiano se cree que los demás están para jugar a sus juegos! —restalla Clara entrando en la casa de Rosa sin casi mirarla. Ya en el salón, se da la vuelta y sigue—: Si vuelve vivo, juro que lo mato.

—Hola a ti también —dice Rosa, recomponiéndose como puede. Echa una mirada furtiva a la puerta entreabierta de su habitación antes de cerrar la del piso y echar el cerrojo de nuevo. Cuando vuelve a mirar, la puerta de la habitación está cerrada. Suspira imperceptiblemente.

Hace un poco de frío, ya que la estufa de queroseno está apagada. Clara no lo nota porque va con el plumas puesto y tampoco repara en que las mejillas de Rosa están sonrosadas a pesar de todo. Está claro que le domina un  frenesí irracional que le recuerda al Emilio de hace décadas.

—Cálmate y dime qué pasa.


martes, 25 de abril de 2017

Cuaderno #9: El imperativo y la necesidad de resurgir



Al final la pausa vacacional se ha prolongado tres años. Premio y azucarillo para este servidor.

En estos años mi vida ha dado un vuelco radical. Al hecho de mi innata inconstancia, se ha sumado la llegada de mi hijo a este apasionando y difícil mundo (un chaval lleno de inquietud y vida que me da a mí que se va a parecer a Rubio, no solo por el color del pelo), la desintegración de mis aspiraciones editoriales roleras ortodoxas y el haberme visto algo abandonado por personas claves en el proyecto alternativo que pretendía montarme a través de canales de financiación que, además, muestran alarmantes señales de agotamiento.

Y estoy cansado, para qué negarlo. Un cóctel de sombras que me lastran las ganas de ponerme a escribir delante del ordenador, a pesar de la incansable presencia y ánimo de los amigos que aún creen en esto (más que yo seguramente).

Y, sin embargo, el cuerpo me pide seguir escribiendo, terminar algo de lo que haya empezado, asignatura pendiente desde mi más tierna infancia de la que solo yo tengo la culpa de acarrear hasta mi edad adulta. Y esto me lleva de vuelta a la casilla del principio: escribir relatos, un formato en el que solo dependes de ti mismo y la desaparición de terceros no interfiere en la intimidad creadora. Tengo algunos garabatos e ideas para novelas. Me apetece mucho escribir mi tercera novela (las dos primeras no cuentan, no quieras saber). Me siento con las ideas, el potencial y la experiencia de las canas que ya me invaden la barba. Solo me falta constancia y recuperar músculo.

Y toda vez que no se puede correr una maratón como esta sin tono muscular, qué mejor que volver a ponerme en forma recuperando esta serie de relatos que tan buen sabor de boca me dejó hace años. Quiero terminar la primera temporada. Las ideas están ahí y los pocos lectores que se animaron a seguir esta historia siguen dispuestos a leer a pesar de mi falta de respeto hacia ellos.

Muchas gracias, gente. Espero enmendar estos años de ausencia.

Así que nada, espero también que sigamos dándonos cita en este espacio para ver qué pasa con nuestros héroes del barrio y los pellejos.

Nos leemos.

viernes, 7 de noviembre de 2014

1x10: Nicolás


Rubio sueña con un chupachups mientras Óscar dormita delante de la radio emisora, recorriendo perezosamente por las frecuencias. Hace un rato ya que no escucha con demasiada atención. En el fondo sabe que la probabilidad de dar con una señal es nimia y se pregunta por qué perder el tiempo y arriesgarse a pillar un resfriado con la escasez de antibióticos que hay.

Rubio, sin embargo, es ajeno a todo eso. Aunque en su interior hay un superviviente nato, aún ve la vida como un juego, o quizá es su forma de defenderse de la gélida realidad que a todos envuelve. Carlo nunca le ha recriminado eso porque cree que, en el fondo, es lo que le ha mantenido vivo. Y porque nunca ha querido ser su padre. Aburrido, el muchacho se dirige hacia el borde de la azotea y se encarama al parapeto para recorrerlo de parte a parte haciendo el equilibrio. Cuando Óscar se da cuenta, abre los ojos desmesuradamente y su cuerpo hace el ademán de levantarse.