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lunes, 21 de julio de 2014

1x09: Carne quemada

Solo se oye el resonar de sus respiraciones azuzadas por la adrenalina que invade sus venas. Apoyan la espalda contra la fría pared del corredor de ladrillo gris y se dejan caer hasta notar el aséptico suelo de linóleo en las posaderas. Por un momento no son conscientes de los golpes procedentes del otro lado de la gruesa puerta metálica, de que su anónima salvadora está echando todos los cerrojos, interponiendo una barra de metal y apuntalando lo único que les separa de una muerte segura con unos listones. Tampoco se han dado cuenta del tipo que les apunta con un revólver desde el otro extremo del pasillo mientras los embates contra la puerta suenan cada vez más a carne picada.

Emilio es el primero en percatarse y hace auténticos esfuerzos para dominar su agitada respiración. El que les apunta es un hombre recio, de unos cuarenta y pico, moreno, con la coronilla despejada. Luce el desgastado uniforme de una empresa de seguridad privada. Emilio se dispone a levantarse con las manos en posición conciliadora cuando el vigilante estira el brazo del revólver.

―Estás mejor sentado, prenda.

miércoles, 5 de febrero de 2014

1x03: Dilemas al anochecer


(2.364 palabras)

El economato. Los estantes de lo que antaño fuera el supermercado de una conocida franquicia contienen el tesoro más valioso del barrio. Todo está meticulosamente organizado: alimentos perecederos, envases y latas, ropa y calzado, herramientas, medicamentos, botiquines, combustible, agua potable embotellada, productos de limpieza, todo pormenorizadamente catalogado y supervisado por la única persona capaz de mantener la cabeza lo suficientemente fría entre tantas tentaciones. Todo dispuesto a lo largo de los pasillos inmersos en la penumbra salpicada por las ocasionales velas. 

Rosa se apoya contra un congelador que ahora sirve como cofre gigantesco para las chaquetas de invierno. Sostiene entre las manos una taza de té humeante, indulgencia que se permite de vez en cuando. La teína es de los pocos vicios que conserva de sus días de bibliotecaria de vieja escuela; eso y su enorme capacidad organizativa y la autoridad natural que mana de las personas que se han pasado media vida entre libros y estudiosos. Contempla la mesa de trabajo por encima de la montura metálica de sus gafas. Frente a ella, apoyado en uno de los estantes de herramientas, está Emilio, los brazos cruzados. Viste con su perenne mono azul sobre el que luce un chaleco de cazador con los bolsillos repletos. Se ha dejado la escopeta en la entrada. En el economato nadie entra armado. Él también fija la vista en la mesa. Junto a las chocolatinas industriales que estaba contando Rosa antes de colocarlas en su correspondiente lugar, hay un pequeño galimatías negro salpicado de interruptores, botones y diales.